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domingo, 26 de abril de 2009

Jorge Arrate: Candidato a Presidente de la República (la izquierda se pone pantalones largos)


La asamblea nacional de izquierda, realizada el día sábado en la USACH, fue un evento político histórico y de gran envergadura. Más allá de algunas descoordinaciones logística que sirven para darse cuenta que como izquierda aun nos queda un poco de trecho por avanzar en lo que es la profesionalización de la política. Dicho acto mostró la viva expresión de una izquierda que se rearticula a pasos agigantados, abandona el estancamiento de los años 90’ y se prepara para ser nuevamente un actor influyente en la política nacional, alejada de dogmatismos y que impulsará exitosamente una agenda política democratizadora, en defensa de los trabajadores y en pos de la organización y los derechos sociales.

La crisis de sentido que se generó en la izquierda luego de la caída de los socialismos reales, tuvo su expresión en Chile en como la Concertación, de acelerada forma, abandonó todas sus propuestas programáticas que levantaron para decirle NO a Pinochet el 89’, conformándose con administrar un modelo económico-social de carácter neoliberal que permitió convertir a Chile en uno de los países más desiguales del mundo. Propicio para la acumulación de riqueza: un paraíso legislativo para el abuso empresarial sobre los trabajadores, la naturaleza, los recurso naturales y el Estado en su conjunto.

 Mientras que la izquierda que no se sumó al proyecto concertacionista, augurando el devenir de dicha apuesta política y por ende no jugando ningún rol activo en impedirla,  en los 90’ llegó a su punto más bajo de representatividad de las últimas décadas: la fuerza política que había llegado con Allende a la Moneda en las últimas elecciones libres, se convertía pasada la dictadura, en una fuerza divida, reducida, excluida y con poca capacidad de injerencia.

Luego surgieron varios iluministas. Aquellos que siempre creen venir con fórmulas mágicas basadas en romper con todo lo anterior y crear algo completamente distinto para los nuevos procesos políticos de lucha. Nos hablaron de la decadencia de la política, de la necesidad de abandonar las “viejas fórmulas”, de no seguir cayendo en el “juego de la política” y crear “real poder” desde "las bases". La tesis de los movimientos sociales, en cuanto oposición a los partidos políticos, como estrategia para lograr avances en la unidad y fuerza de izquierda, se impuso en diversos países. Si bien fue relativamente exitosa, dado que tuvo momentos de una profunda inserción que la izquierda en las formas clásicas de hacer política no hubiera sido capaz de lograr, no logró su cometido de efectivamente disputar la hegemonía liberal que en nuestro país se impuso por las armas. Se podría perfectamente seguir avanzando, en construir movimientos sociales como un fin en si mismo, y no dar ningún tipo de avances en la necesaria contra-hegemonía que hay que impulsar.

Con esto no niego, en ningún sentido, el aporte importante para el fortalecimiento de la izquierda que es construir movimientos sociales bajo lógicas programáticas, gremiales, étnicas o de otra índole. Todo lo contrario: es un paso importante que permite que la izquierda crezca y logre hacer más sentido en una sociedad cada vez más diversa y heterogénea, pero no por eso menos explotada. Fue un paso importante, pero hubo un estancamiento. Estancamiento al creer que dichas lógicas de organización debían reemplazar la lucha política tradicional y su respectiva organización partidaria. Y luego hubo un retroceso. Retroceso producto de que el error de entender dicotómicas ambas forma de organización para materializar un proyecto político emancipador, se expresó en una pelea intestina dentro de la izquierda y en un anti-comunismo exacerbado y propiciado desde la misma izquierda que puso como eje central la forma de la organización y no los fines. Pero solo fue un pequeño sector de la  izquierda poco influyente, por suerte.

Es de profunda necesidad superar dicha dicotomía. Develar la inconsistencia de quienes la propician, dado que su lucha que va dirigida contra la misma izquierda, es la que no permite un mayor crecimiento en torno a la unidad y al trabajo. Dicha estrategia es lo que no nos permitirá dar efectivos avances en ganar posiciones de fuerza, capaz de revertir la imposición ideológica al servicio del gran empresariado, que se materializa en todas las dimensiones del funcionamiento de nuestra sociedad.

Por esto, avanzar en posiciones políticas de unidad, que miren por un lado a romper la exclusión política que establece la constitución y que por el otro instale un candidato a la presidencia con un programa de gobierno claro y dirigido a alcanzar conquistas sociales. Expresa el nivel de madurez que ha alcanzado la izquierda chilena, aburrida ya de ser testimonial y convencida que tiene la capacidad de ser mayoría, de ser gobierno. La proclamación de Arrate es la expresión del camino en el cual la izquierda debe converger, son pasos que se están dando en una dirección correcta.

Jorge Arrate representa, además, una lucha ideológica dentro de ciertos sectores de la coalición de gobierno que se debaten entre mantenerse en el poder a cualquier precio o dar efectivamente un giro a posiciones políticas de avanzada, dispuesta a acabar con el modelo económico que impera. Algunos, como Camilo Escalona, ya simplemente se han alejado sideralmente de cualquier posición progresista. Enceguecido como el solo, ve en cualquier acto de dignidad política una traición a un proyecto que simplemente a esta altura no convence a nadie. Su hostilidad política, sus frases agresivas, su ordinariez finalmente, son la viva expresión del juego del poder por el poder, del mantenerse a cualquier precio, del fin de las ideologías.

Además, el pequeño trago amargo que significa la posibilidad real que Jorge Arrate no sea el único candidato de izquierda es algo latente, pero que no opaca en ningún sentido la alegría de la clara señal política que se ha dado este fin de semana. Alejandro Navarro ha preferido el camino solo, ha preferido un proyecto personalista y arrogante, tal cual iluminista de izquierda, llegando a salvarnos de los errores del pasado. Alejandro Navarro se equivoca si piensa que su camino es un camino correcto. Quien lleva años, inserto en el debate parlamentario, con la importancia y las puertas que eso abre, no puede pretender que otros quieran renunciar a dichos espacios para alcanzar una unidad frágil y de pocas garantías.

La convergencia en torno a Arrate es de sectores que entienden de la necesidad de combinar viejas y nuevas formas de organización. Acabar con la dicotomía entre lo social y lo político, poner como eje central las demandas de los trabajadores y la necesidad de democratizar Chile. En suma: materializar con fuerza la voluntad de la izquierda de ser mayoría, de tener un espacio dentro de la identidad social y ser capaz de disputarle el poder a los sectores neoliberales y revertir las calamidades que sus políticas públicas han generado.

La campaña por Arrate, es un paso más en el proceso de construir mayoría, un paso más de fortalecer la izquierda, un paso importante que tiene que culminar con un crecimiento cuantitativo y cualitativo que nos permita tener más fuerza en las luchas contra un modelo anti-humano y las fuerzas que lo perpetúan.

Con el legado de Allende: ¡Arrate Presidente!

martes, 14 de abril de 2009

Ultronsismo y fascismo: La misma cara, la misma moneda

Día extrañísimo. Llegué a mi “gloriosa” ex Escuelita de Gobierno, acompañando al Julio que expuso en un foro, junto al Presidente de la ANEF, sobre temas sindicales en el contexto de crisis. Pese a la baja convocatoria me pareció re-interesante el espacio, en cuanto sirve para instalar temáticas y puntos de vista necesarios a la hora de entender y ejercer la vida sindical o gremial-estudiantil como instancias no meramente gremiales y que, por el contrario, deben poder discutir e instalar temas políticos de fondo en las sociedades que se encuentran insertas.

Justo en medio del humilde foro ocurrió algo por decirlo menos, bizarro: Javier Silva (estas cosas se dicen con nombre y apellido), con el que fuimos compañeros de nivel hasta cambiarme de carrera, alguien de derecha y, por lo que tengo entendido, de la derecha más dura y pinochetista, en una “broma” que él (y bueno, no sólo él) consideró divertida, se robó la urna de una elección que se desarrollaba en la Escuela para escoger secretario académico.

Me doy cuenta que la mayoría consideró el acontecimiento anecdótico y divertido. Por lo que claramente estas palabras puede que sean leídas como graves o con el típico dicho: “que le day color”. A otros, simplemente les resultará indiferente, como igual de indiferente les resulta quien sale electo y que cosas se puede hacer con dicho cargo, que trabaja directamente temas académicos con secretaría de estudios.

A mí me molesta profundamente. Buscar algún argumento que justifique dicha acción, es caer en el discurso más recalcitrante del fascismo que justificó incendiar la Moneda dada “la crisis de la institucionalidad chilena por culpa del gobierno de Allende”. El guardar las proporciones no debe esconder que la actitud individualista de sentirse por sobre la organización política es exactamente la misma en un caso y en el otro. No se qué más decir sobre el hecho en sí. Reprochable, vergonzoso. Digno de alguien que no cree en la democracia y justifica un golpe de Estado en pos de sus ideales.

Pero lo más vergonzoso del día no fue eso. La expectación que generó en la Escuela el robo de una urna, los ultrones de siempre lo aprovecharon para hablar de la “expresión viva de la deslegitimidad que atraviesa la democracia representativa del movimiento estudiantil”, en una asamblea general organizada por ellos mismo, para instalar sus temas, su agenda política, que no han discutido con nadie más. Como si les importara que la democracia representativa de las organizaciones gremiales y sindicales fuera legítima, es lo mismo que ser ladrón y policía, nunca han querido estructuras de poder en las organizaciones estudiantiles. Y si estas son legítimas harán todo lo posible por deslegitimarlas para después reclamar su supresión, como una profecía auto – cumplida.

Ahora bien, no son los únicos responsables en el nivel de deslegitimación del ceap, no les demos tantos créditos, porque no los tienen. Acá históricamente los dirigentes que han trabajado por mantener un ceap representativo y ágil para alcanzar demandas estudiantil han cometido errores, me incluyo claro está. Pero de los errores se aprende con humildad, no se viene con aires soberbios a intentar destruir todo lo que antes se construyó, para bien o para mal,  creyéndose iluminados de una verdad absoluta, sin ninguna capacidad crítica de ver que la democracia directa en ningún lugar funciona, no es democrática y solo sirve para que el que grite más fuerte haga cursar su opinión. Yo grito bastante fuerte cuando quiero, lograría cursar bastantes veces mi opinión. ¿Pero de qué sirve eso en una “asamblea general” que en época de movilizaciones alcanza ciertos grados de masividad, pero que el resto del año siempre está muerta?, porque los estudiantes estudian, trabajan, algunos son padres, otros tiene problemas económicos y de una u otra forma su voz tiene que ser escuchada, independiente que quieran o no pasar 5 horas diarias en asambleas. Ahora, esto no quiere decir que tengamos que conformarnos con que un grupo de dirigentes electos tome todas las decisiones. Por supuesto que no. Los procesos de aumentar los niveles de discusión, en cantidad y calidad son fundamentales, completamente necesarios y es un esfuerzo que pocas fuerzas políticas se preocupan de hacer.

Frases retóricas como que “los partidos políticos venden al movimiento estudiantil” (cosa que ha pasado y no hay que negarlo, pero que pase no quiere decir que sea una ley ni mucho menos. O sea, es lo último de lo positivista creer eso) parte de supuestos tan errados como creer que los estudiantes somos una masa completamente homogénea que posee las mismas necesidades e inquietudes. Falso. Existen estudiantes de izquierda, derecha, centro, católicos, musulmanes, mapuches, ateos, etc., etc. Y es completamente legítimo que tengan diferencias de opinión, incluso excluyentes y por tanto, como el movimiento estudiantil no puede estancarse solo en el debate, es justo que una mayoría logre impulsar una política, incluso si a un sector minoritario no le gusta. Manteniendo un respeto básico claro está.

Bueno, eso tan básico y tan respetuoso de la diversidad que la izquierda quiere construir, queda absolutamente olvidado en la democracia directa que pretende que una sola voz sea la voz de todos los estudiantes. Su voz, la voz de ese grupo que la impulsa, no importando si es mayoritaria o minoritaria.

El movimiento estudiantil de dicha Escuela, así como cualquier organización social en la historia de la humanidad, ha cometido errores. Obvio, son levantadas por personas de carne y hueso. No por iluminados que vienen a traernos la verdad y que creen que de ellos dependen iniciar un mundo feliz.

Se que estas palabras, además de “graves”, caerán pésimo en mucha gente. Ojalá que sirvan para la reflexión. La izquierda históricamente ha sido la fuerza política más democrática y más responsable con el sentir mayoritario. Apostando a convencer más que a imponer. Insisto en los errores que se han cometido, que he cometido y que probablemente seguiré cometiendo, pero la apuesta es a convencer. Entender las diferencias y ganar con la batalla de las ideas, que siempre podrán más que las armas como lo dijo Fidel, que ganó con armas, pero que mantiene su revolución con ideas.