La asamblea nacional de izquierda, realizada el día sábado en
La crisis de sentido que se generó en la izquierda luego de la caída de los socialismos reales, tuvo su expresión en Chile en como
Luego surgieron varios iluministas. Aquellos que siempre creen venir con fórmulas mágicas basadas en romper con todo lo anterior y crear algo completamente distinto para los nuevos procesos políticos de lucha. Nos hablaron de la decadencia de la política, de la necesidad de abandonar las “viejas fórmulas”, de no seguir cayendo en el “juego de la política” y crear “real poder” desde "las bases". La tesis de los movimientos sociales, en cuanto oposición a los partidos políticos, como estrategia para lograr avances en la unidad y fuerza de izquierda, se impuso en diversos países. Si bien fue relativamente exitosa, dado que tuvo momentos de una profunda inserción que la izquierda en las formas clásicas de hacer política no hubiera sido capaz de lograr, no logró su cometido de efectivamente disputar la hegemonía liberal que en nuestro país se impuso por las armas. Se podría perfectamente seguir avanzando, en construir movimientos sociales como un fin en si mismo, y no dar ningún tipo de avances en la necesaria contra-hegemonía que hay que impulsar.
Con esto no niego, en ningún sentido, el aporte importante para el fortalecimiento de la izquierda que es construir movimientos sociales bajo lógicas programáticas, gremiales, étnicas o de otra índole. Todo lo contrario: es un paso importante que permite que la izquierda crezca y logre hacer más sentido en una sociedad cada vez más diversa y heterogénea, pero no por eso menos explotada. Fue un paso importante, pero hubo un estancamiento. Estancamiento al creer que dichas lógicas de organización debían reemplazar la lucha política tradicional y su respectiva organización partidaria. Y luego hubo un retroceso. Retroceso producto de que el error de entender dicotómicas ambas forma de organización para materializar un proyecto político emancipador, se expresó en una pelea intestina dentro de la izquierda y en un anti-comunismo exacerbado y propiciado desde la misma izquierda que puso como eje central la forma de la organización y no los fines. Pero solo fue un pequeño sector de la izquierda poco influyente, por suerte.
Es de profunda necesidad superar dicha dicotomía. Develar la inconsistencia de quienes la propician, dado que su lucha que va dirigida contra la misma izquierda, es la que no permite un mayor crecimiento en torno a la unidad y al trabajo. Dicha estrategia es lo que no nos permitirá dar efectivos avances en ganar posiciones de fuerza, capaz de revertir la imposición ideológica al servicio del gran empresariado, que se materializa en todas las dimensiones del funcionamiento de nuestra sociedad.
Por esto, avanzar en posiciones políticas de unidad, que miren por un lado a romper la exclusión política que establece la constitución y que por el otro instale un candidato a la presidencia con un programa de gobierno claro y dirigido a alcanzar conquistas sociales. Expresa el nivel de madurez que ha alcanzado la izquierda chilena, aburrida ya de ser testimonial y convencida que tiene la capacidad de ser mayoría, de ser gobierno. La proclamación de Arrate es la expresión del camino en el cual la izquierda debe converger, son pasos que se están dando en una dirección correcta.
Jorge Arrate representa, además, una lucha ideológica dentro de ciertos sectores de la coalición de gobierno que se debaten entre mantenerse en el poder a cualquier precio o dar efectivamente un giro a posiciones políticas de avanzada, dispuesta a acabar con el modelo económico que impera. Algunos, como Camilo Escalona, ya simplemente se han alejado sideralmente de cualquier posición progresista. Enceguecido como el solo, ve en cualquier acto de dignidad política una traición a un proyecto que simplemente a esta altura no convence a nadie. Su hostilidad política, sus frases agresivas, su ordinariez finalmente, son la viva expresión del juego del poder por el poder, del mantenerse a cualquier precio, del fin de las ideologías.
Además, el pequeño trago amargo que significa la posibilidad real que Jorge Arrate no sea el único candidato de izquierda es algo latente, pero que no opaca en ningún sentido la alegría de la clara señal política que se ha dado este fin de semana. Alejandro Navarro ha preferido el camino solo, ha preferido un proyecto personalista y arrogante, tal cual iluminista de izquierda, llegando a salvarnos de los errores del pasado. Alejandro Navarro se equivoca si piensa que su camino es un camino correcto. Quien lleva años, inserto en el debate parlamentario, con la importancia y las puertas que eso abre, no puede pretender que otros quieran renunciar a dichos espacios para alcanzar una unidad frágil y de pocas garantías.
La convergencia en torno a Arrate es de sectores que entienden de la necesidad de combinar viejas y nuevas formas de organización. Acabar con la dicotomía entre lo social y lo político, poner como eje central las demandas de los trabajadores y la necesidad de democratizar Chile. En suma: materializar con fuerza la voluntad de la izquierda de ser mayoría, de tener un espacio dentro de la identidad social y ser capaz de disputarle el poder a los sectores neoliberales y revertir las calamidades que sus políticas públicas han generado.
La campaña por Arrate, es un paso más en el proceso de construir mayoría, un paso más de fortalecer la izquierda, un paso importante que tiene que culminar con un crecimiento cuantitativo y cualitativo que nos permita tener más fuerza en las luchas contra un modelo anti-humano y las fuerzas que lo perpetúan.
Con el legado de Allende: ¡Arrate Presidente!