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lunes, 16 de febrero de 2009

Movimiento Estudiantil de la Escuela de Gobierno y Gestión Pública - 2009

Como algunos de los que me conocen ya saben, estando ya Licenciado en Ciencias Políticas y Gubernamentales, he postulado, por vía de admisión interna, a la carrera de Sociología. Por lo que a partir de este año, dejo de ser un alumno matriculado en la Escuela de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad de Chile.

Pese a esta decisión (la cual solo se sustenta en razones académicas y vocacionales. No voy como enviado del partido ni mucho menos, como ya he escuchado en algunos rumores por ahí) el lazo con el devenir del proyecto académico del INAP aun existe. Y estos comentarios van en torno a una reflexión de lo que debería construir el movimiento estudiantil este año 2009. Los cuales fueron inspirados en una conversación, propia del ocio del verano, en un parque, junto al Enrique Lillo.

Quizás lo correcto es partir haciendo un diagnóstico de la situación del movimiento estudiantil y tratar de dilucidar algunos antecedentes.

El movimiento estudiantil de la Escuela atraviesa por una profunda crisis de desprestigio hacia la organización y una fuerte desconfianza entre los diversos actores que en ella se organizan. La participación es escaza y el nivel de la discusión política muy bajo. Todos quienes hemos participado en la construcción (o destrucción) del movimiento estudiantil tenemos responsabilidades en aquello. Desde quienes ven la dirigencia como un mecanismo para obtener legitimidad al interior de sus estructuras políticas (llegar a un CCEE, tener gobernabilidad y asegurar una reelección de la fuerza política es la fórmula exitosa), hasta quienes ven en la organización en sí el enemigo a combatir, pasando por quienes (los cuales por cierto me incluyo) caímos más de una vez en actitudes soberbias, que nos guiaron al sectarismo al ver objetivos tan disímiles y poco altruistas, en otros actores, a la hora de generar organización.

Las consecuencias de esta apatía reinante es la poca vinculación del estudiantado ante el devenir del Instituto. INAP el cual, desde su formación ha mantenido crisis constantes producto de conflictos de poder entre los actores que confluyen en dicho organismo, la mala institucionalidad que fue incapaz de traducir en diálogo y construcción las distintas miradas sobre cómo construir los Asuntos Públicos y un bajo nivel académico que en vez de superarse siguió una lógica de perpetuarse y retroalimentarse en un nefasto círculo vicioso.

De ahí, y luego del fracaso de la era Garretón, finalizada por el accionar de grupos (“académicos” y estudiantiles) corporativistas y/o abiertamente instrumentalizados, se inicia un proceso de construcción paulatina de una política para el INAP que se traduciría en la demanda de una reestructuración académica y financiera.

La reestructuración fue, por un periodo de tiempo importante, el eje central de una demanda política estudiantil, que logró hacerle sentido a otros sectores de la comunidad del Instituto (y del resto de la Universidad) y que consideraba aspectos de la calidad académica, financieros, disciplinarios, democracia interna e infraestructura. Esta demanda echó a andar una máquina, que de un momento a otro nos dejo de interesar controlarla y se encuentra actualmente en pleno proceso de decisiones trascendentales que es necesario considerar.

Eduardo Dockendorff lleva ya varios meses como director del Instituto. Su primer round por posicionarse, casi lo pierde al retrasarse excesivamente la tramitación formal de los grados necesarios para ser Director de una Unidad Académica en la Universidad de Chile. La llegada de este señor abre varias oportunidades (y por supuesto amenazas) para el futuro del Instituto y, por tanto, para las demandas y necesidades estudiantiles.

Lo cierto es que nadie tiene completa certeza de cuales son exactamente las reales intenciones del Sr. Dockendorff al tomar el timón de una institución en crisis (algunos dicen por ahí que no es más que una medida de resguardo en caso que la Concertación deje el Gobierno, para poder conseguir puestos de trabajo a un sector de la elite de este país que simplemente quedará cesante si gana la derecha. Esperemos que no sea así, pero la verdad es que en algunas circunstancias me he visto tentado a creerlo). Pero, lo que sí tenemos que tener claro, es las posibilidades que se abren y cuál debe ser la actuación del movimiento estudiantil necesaria para estar a la altura del proceso.

Lo primero, y urgente, es volver a dialogar como estudiantes, reconstruir las confianzas y re-legitimar la organización estudiantil. Lo cual no se va a lograr tratando de imponer los discursos del pasado, que alguna vez fueron exitoso. Pero si se debe tener como norte las demandas inconclusas de los estudiantes que deben ser re-interpretadas y re-dirigidas a las coyunturas actuales.

Quienes se conforman con la gobernabilidad de las estructuras estudiantiles (al ser el segundo y más trascendental paso que permite la escala partidaria) no estarán a la altura de querer salir de las actuales condiciones. Simplemente no les conviene. A su vez, quienes ven en la organización más a un enemigo que un medio de obtener triunfos, tampoco lograrán instalar un discurso que se traduzca en mejoras en la calidad y aporte a la sociedad del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. Por el contrario, nos llevarán a formas desconocidas y más sutiles de sectarismos y de decadencia del movimiento estudiantil.

Quizás en realidad nadie estará a la altura por sí solo, pero lo que debe ocurrir es re-encender la necesidad del debate y deben surgir estudiantes motivados por re-tomar y re-impulsar una construcción que, finalmente, es permanente.

Las nuevas generaciones de dirigentes tienen la oportunidad de estar a la altura de circunstancias que nos pueden llevar al triunfo o, insisto, a situaciones de mayor decadencia para una Unidad Académica que ya no sobrevive otro empeoramiento de su crisis. En muchos de ellos confío. En otros, hemos tenido varias diferencias en el pasado, pero quiero tener buena fe y confiar en sus motivaciones y por supuesto, en sus capacidades. Deben ser mucho mejores que las generaciones anteriores y aprender de nuestros errores. Pocos no fueron.

Lo que es yo, personalmente emigró a otro espacio de esta Universidad del cual probablemente me apasione y quiera sacar lo mejor de él. Puesto que de discutir los Asuntos Públicos de una sociedad a discutir sus Ciencias Sociales existe un solo paso. Creo.

Pero bueno, finalmente igual siempre estaré muy interesado en el devenir del INAP. Puesto que la forma en como la Universidad más importante de este país, piensa lo público y construye conocimientos en torno a aquello, es simplemente fundamental a la hora de dar debates mayores en instancias superiores de movilización social que logren generar convergencia en torno a cuestionamientos de pilares fundamentales de esta sociedad. Sociedad en la cual, unos sectores económicos muy reducidos, pero de gran poder, simplemente se han apoderado de lo público y han utilizado al Estado para sus beneficios personales, sin pensar en el conjunto de la sociedad, deseosa de vivir en condiciones dignas.

La lucha por un INAP posicionado y de calidad, trasciende, y siempre ha trascendido, a demandas meramente gremiales encerradas en las paredes de nuestra Universidad.

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