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lunes, 8 de agosto de 2011

La derecha sacó las garras y el pueblo las cacerolas

Reprimir fuertemente las movilizaciones del 4 de agosto implicaba un alto costo político para el Gobierno que estuvieron de ante mano dispuestos a pagar.

Ser criticados por una represión violenta, tanto a nivel nacional como internacional, abría una debilidad pero permitía mostrar una fortaleza: el Gobierno (quizás no con los mejores métodos) estaba demostrando el principio de autoridad ante un movimiento radicalizado y debilitado; estaba imponiendo el orden, pues el movimiento ya iba a la baja y lo que la ciudadanía reclama es el fin del conflicto.

El llamado de las cacerolas que por redes sociales se convocó a las 21:00 empezó mucho antes a aguarle la fiesta al Gobierno.

La gran masividad de una forma de expresión de manifestación abandonada desde la dictadura le permitió al movimiento por la educación pública nuevamente salir vencedor luego de una de las jornadas más violentas que ha tenido Chile los últimos años. La derecha gobernante, sin capacidad de reacción seguía su pauta pre-definida no reparando en el ruido de las cacerolas. Zalaquett, por ejemplo, el jueves en la noche, defendía la represión argumentando que la tranquilidad era el deseo de la mayoría de los vecinos de Santiago y tras sus palabras se escuchaba el metálico sonido que caracterizó el fin de una jornada histórica.

¿Cómo proyectar la lucha luego de tan álgido día?

El escenario social del país se encuentra en un estado de gran complejidad que, claramente, no permite que ningún iluminado venga a dar cátedra de cuáles son los siguientes pasos a dar. Pero sí es preciso, como insumo a una necesaria discusión, hacer una reflexión con algunos elementos relevantes.

La derecha ya definió la vía de mayor represión y de imponer el principio de autoridad al precio que sea. Lo que viene a futuro no es chiste. Violencia, detenciones, seguimientos, amenazas continuarán con su espiral ascendente. Novoa ya lo señaló: Si se va a gobernar con ideas ajenas para obtener un 26% de apoyo, yo prefiero gobernar con nuestras ideas y quedarme con el 36%. Ante esto se hace sumamente necesario que el movimiento estudiantil se concentre en continuar en su lógica de convergencia con el mayor número de actores y de resguardar el apoyo ciudadano. La fisura, el estancamiento o la desaprobación, resultan fatales en el momento político que nos encontramos

Además, pese al grado de alta ingobernabilidad en que nos encontramos y, por tanto, de pérdida de credibilidad del Gobierno tanto al interior del país como internacionalmente, la derecha no ha querido dar concesiones estructurales en cuanto a reformas en la educación superior. Los intereses en dicho sector -tanto económicos como ideológicos- son de tan alta envergadura que se ha preferido el nivel de algidez al que hemos llegado antes que realizar cambios sistémicos orientados a fortalecer la educación pública en desmedro de la lógica mercantil. En este sentido, el Gobierno prefiere seguir inflando el conflicto hasta que explote antes que dar respuestas orientadas a descomprimirlo.

Aunque el actual movimiento trasciende con creces lo meramente educacional, existe ahí un foco que no podemos abandonar por las demandas mayores, las cuales evidentemente también tenemos que atender. Sin embargo, el salto cualitativo, del cual existe gran consenso que realizó este movimiento, no debe entenderse contrario a la necesidad de seguir buscando el giro que debe experimentar la forma en que se imparte la educación en Chile y la preocupación que debe tener en esto el movimiento estudiantil.

Producto de la necesidad de lograr nuestros objetivos y obtener ganadas concretas para este movimiento por la educación, se desprende la idea de un plebiscito, el cual es una herramienta que debe ser impulsada con fuerza por todos los actores de la educación, sobre todo apuntando a aquellos elementos en el cual el ejecutivo no estará dispuesto a dar concesiones. Pero esto no puede llevarnos a dejar solo en manos del plebiscito la salida del actual conflicto, pues este es solo un instrumento de expresión del sentir ciudadano y no una estrategia de recuperación de la educación pública o de solución de los macro objetivos levantados por el movimiento, a saber, los cambios estructurales en la forma en que se toman las decisiones en el país y en cómo se distribuye la riqueza aspirando a mayor igualdad. Estos son los aspectos de fondo que no pueden ser invisibilizados ni por el Gobierno (a través de un ordenamiento de los poderes fácticos que permita un aislamiento del movimiento y sus actores) ni por quienes ven en este conflicto la oportunidad de dar un salto en sus niveles de reconocimiento y adhesión, lo cual, por cierto, es absolutamente legítimo y saludable.

Asimismo, es importante tener en cuenta los procesos que se viven al interior de la Concertación. Nos guste o no nos guste son un actor relevante dentro del escenario político del país, por ende, es preciso contar con elementos de lo que pasa al interior de dicho conglomerado. Las tensiones son a todas luces evidentes, el plantón que le hicieron los presidentes de la Concertación a Piñera, además de ser un hito inédito en la historia de Chile, si bien permitió consolidar el aislamiento en el que se encuentra el Gobierno, generó mucho conflicto interno. Existen amplios sectores de este conglomerado deseosos de reeditar la política de los acuerdos y junto a ello conviven sectores disponibles para dar luchas democratizadoras e impulsar iniciativas para recuperar la educación pública. Si a esto le sumamos el oportunismo que ha caracterizado su accionar durante el conflicto, evidencia que es un actor que puede fluctuar y alterar las correlaciones de fuerza generadas. Cincuenta y dos Diputados, la mayoría concertacionistas, se plegaron al documento bases para un acuerdo social, hecho no menor, pero insuficiente en las correlaciones de fuerza que existen hoy en el Congreso y que se requieren para un triunfo del movimiento y sus demandas, lo cual nos indica que son un actor susceptible de presión y al cual no debemos obviar para impedir que en un golpe de timón nos den la espalda.

Por otra parte, estamos adportas de enfrentarnos a las que debieran ser una de las mayores jornadas de movilización y paralización productivas de los últimos años, bajo la convocatoria a Paro Nacional para el 24 y 25 de agosto hecha por la CUT y, a la cual, como estudiantes y movimiento no solo debemos adherir en lo testimonial, sino también debemos dotarla de contenido con nuestra lucha, tanto en los político, como en la expresión callejera de la misma, con grandes expresiones de creatividad y masividad.

Es evidente que el escenario político posee una complejidad no menor. Creo que estos son algunos de los elementos más relevantes a considerar para proyectar la lucha que estamos librando. La convicción ha caracterizado nuestro accionar el cual nos ha permitido llevar este movimiento a una coyuntura inimaginable. Sigamos avanzando en unidad, con masividad y en un permanente estado de alerta y discusión.

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